La hiruela (Madrid)

 

La Hiruela es un municipio y localidad española del norte de la Comunidad de Madrid. Con una población de 72 habitantes (INE 2021), en 2017 era el tercer municipio menos poblado de la provincia. Se encuentra a 110 kilómetros de Madrid.

A orillas del Río Jarama, rodeado de cerezos y saúcos, en una zona recreativa, está el Molino Harinero, cuyas primeras referencias históricas datan de la segunda mitad del siglo XVIII. Gracias a su restauración, se puede ver cuáles eran sus mecanismos y piezas originales. Junto a él, y subiendo un pequeño promontorio, está el Mirador del Molino, con vistas espectaculares del entorno.


La Hiruela y sus alrededores cuentan con varios lugares de gran interés cultural. En el casco histórico está el Museo Etnológico, que muestra los ancestrales modos de vida de sus habitantes con diferentes aperos de labranza, útiles ganaderos y domésticos y vestuario histórico. En él se recrea una antigua vivienda rural del siglo XVII, acompañada de fotografías de la época.

A orillas del Río Jarama, rodeado de cerezos y saúcos, en una zona recreativa, está el Molino Harinero, cuyas primeras referencias históricas datan de la segunda mitad del siglo XVIII. Gracias a su restauración, se puede ver cuáles eran sus mecanismos y piezas originales. Junto a él, y subiendo un pequeño promontorio, está el Mirador del Molino, con vistas espectaculares del entorno.


La Hiruela posee una identidad arquitectónica propia. En su sencillo y encantador casco urbano, las casas bajas de piedra, pizarra, adobe y madera de roble de la dehesa apenas han sufrido modificaciones en su estructura desde su construcción, por lo que es uno de los pueblos mejor conservados de la Comunidad de Madrid. También se encuentra dentro de la ruta de los pueblos negros de la Sierra Norte (es el mejor ejemplo de arquitectura negra en Madrid): las viviendas de dos plantas se mimetizan con el entorno por el color oscuro de la pizarra negra en tejados y paredes.



Iglesia de La Hiruela.


En campo de azur, tres montes de plata surmontado por una corona mural de oro. Al timbre, Corona Real cerrada

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La Hiruela perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, perteneciendo desde el principio al Ochavo de la Sierra, integrado en el municipio de Colmenar de la Sierra. Antes se denominó La Hiruela de Buitrago, para pasar a denominarse oficialmente como La Hiruela.


En 1834, La Hiruela (como La Hiruela de Buitrago), Bocígano (como El Bocígano de la Sierra), Cabida y Peñalba de la Sierra se independizan del ayuntamiento de Colmenar de la Sierra, integrando la nueva provincia de Guadalajara. Pertenece a Madrid, desde 1838, tras la segunda división de las provincias.​ Se conserva un antiguo molino harinero.


Navalquejigo (El Escorial) Madrid

 

Navalquejigo es un núcleo de población perteneciente al municipio de El Escorial, provincia de Madrid, 

Frontal de la Iglesia

Lateral de la iglesia
Hay aldeas que se convierten en metrópolis y pueblos que disfrutan de siglos de prosperidad apacible. Otros nacen al fuego de la guerra, padecen una crisis tras otra y acaban abandonados o marginados. Así ha sido la historia de Navalquejigo en El Escorial.

Surgió en el siglo XII como uno de los núcleos dispersos de la transierra segoviana, repoblados por aguerridos agricultores. Situado próximo a la Cañada Real Segoviana y enlazado con un ramal de la Leonesa, se benefició por el aumento de la trashumancia y el comercio que llegó con la Mesta y la oveja merina. Recibió un privilegio de Sancho IV en 1287, época en que se construyó la iglesia de la Exaltación de la Santa Cruz. Durante el tumultuoso siglo XV el templo se fortificó y ahí se reunió en 1442 el futuro Enrique IV con sus aliados los Mendoza.

Los habitantes de Navalquejigo vivían de la ganadería y el cultivo de cereales, cada casa tenía su huerta y había abundante caza. Esa riqueza fue su perdición y produjo la llegada a la comarca de Felipe II. Navalquejigo evitó el triste destino de los núcleos desahuciados como el cercano Monesterio pero, aislado por la Gran Cerca, fuera de los caminos reales y sin caza, entró en un largo declive, con un pequeño repunte durante el siglo XVIII cuando se convirtió en municipio, con su propia casa consistorial, cárcel y corral de concejo.

A lo largo del siglo XIX Navalquejigo perdió sus tierras comunales y un destacado burgués madrileño fue comprando casi todas las fincas. Echó a los habitantes autóctonos y lo convirtió en un pueblo de guardeses de la familia Arroyo, con estación de tren casi particular [i]. Finalmente, durante el franquismo, la aldea fue rodeada por grandes urbanizaciones como Los Arroyos y El Guijo. En 1989 se quedó vacía hasta la llegada de unos nuevos vecinos  que ocuparon e hicieron habitables las casas herrén.

Desde 1990 el deterioro del patrimonio histórico ha sido implacable, con la desaparición del portón del Ayuntamiento y el desplome del tejado de la cabecera de la iglesia. En vez de enorgullecerse por su núcleo más antiguo, el Consistorio escurialense, amigo de los grandes propietarios y los constructores, ha mirado impasible aquella destrucción. Ahora, si no se hace nada, entrarán las excavadoras para cubrir la joya medieval de Navalquejigo con hormigón y poblarla con filas de chalets adosados. En poco tiempo solo quedarán cuatro piedras y unos vagos recuerdos de este casi milenario poblado de la reconquista.


Colmenar viejo (Madrid)




Ayuntamiento


Biblioteca Miguel de Cervantes

Basílica de la Asunción



Colegio Tirso de Molina

Ermita de Santa Ana


Estación


Ermita N.S. de los Remedios


Escudo cuadrilondo de base redondeada; partido. primero, cuartelado en sotuer; primero y cuarto, de gules, banda de sinople perfilada de oro; segundo y tercero, "AVE MARIA" en letras de azur. Segundo, de gules, un creciente ranversado, jaquelado de oro y sable. Bordura de azur cargada de once colmenas de plata. Al timbre, Corona Ducal. En la actualidad, el azur del AVE MARIA se ha convertido en sable y el creciente ha perdido su jaquelado, quedando de plata.

Significado: La primera mitad es el escudo de armas de la familia Mendoza, la segunda el de la familia Luna. La bordura alude al nombre del municipio.

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Colmenar Viejo cuenta con un importante número de yacimientos arqueológicos. Gracias a los trabajos paleontológicos realizados en la zona, se conocen las características del clima, la flora y la fauna de hace más de 100 millones de años. Del Paleolítico se han encontrado algunas piezas talladas en sílex y de la Edad de Bronce, cerámicas con incisiones en los bordes.


Sin lugar a dudas, de la época que más restos se han encontrado es del Medievo, y más concretamente del período hispano-visigodo (siglo VI-siglo VII). En Colmenar Viejo, al igual que en otros municipios de la zona, se han encontrado vestigios de varias comunidades rurales dispersas. En Navalvillar se puede observar una zona de viviendas, con una calle que delimitaba dos espacios diferenciados: uno, dedicado al hábitat familiar y otro, a los servicios. También son destacables las áreas cementeriales, siendo las más conocidas la de Remedios y la de Fuente del Moro.


El ritual de enterramiento es parecido, aunque en el caso del yacimiento de Fuente del Moro, las sepulturas excavadas en la roca conviven con las cistas, formadas con lajas de piedra donde se metían los ataúdes o parihuelas, mientras que en las excavadas en la roca se realizaban con un simple sudario. En ambos casos se han encontrado ajuares, formados por pequeñas jarritas. En el caso de las excavadas en la roca, el ajuar es tardorromano: un ungüentario de vidrio de cuerpo bulboso.


En cuanto a la necrópolis de Remedios, donde está situado el Santuario de la Patrona de Colmenar Viejo, Nuestra Señora de los Remedios, cuenta con varias sepulturas, todas excavadas en la roca, con un caso muy singular: se reutilizaba el mismo espacio para incluir dos enterramientos. El ajuar funerario hallado es muy similar al de la Fuente del Moro, destacando una jarrita decorada con dos bandas de seis líneas incisas.


Restos arqueológicos encontrados en la zona permiten confirmar la existencia de asentamientos en la zona desde el siglo VI. Tras la Reconquista de Madrid (Magerit), a finales del siglo XI, Alfonso VI creó un alfoz (dada la escasa población de la zona) con límites geográficos poco definidos, dependiente de Madrid.


Fue asentamiento de segovianos y, estos límites poco definidos, provocaron conflictos entre Segovia y Madrid durante más de un siglo hasta que Alfonso X el Sabio puso fin a estas luchas, incorporando estos lugares a la Corona. Desde entonces se denominó a este amplio territorio «el Real de Manzanares», que comprendía pueblos como Colmenar Viejo, Soto del Real, Hoyo de Manzanares, Miraflores, Navacerrada, San Agustín del Guadalix, etc.


No fue hasta un siglo más tarde cuando Juan I de Castilla adjudica definitivamente el Real de Manzanares a Pedro González de Mendoza (1340-1385). Pero sería al segundo hijo de este, Íñigo López de Mendoza (1398-1458), a quien con posterioridad se le concediera el título de Conde del Real de Manzanares. En los siglos siguientes la localidad fue aumentando de población logrando el 22 de noviembre de 1504 la segregación jurisdiccional de Manzanares y el título de Villa y pronto se convertiría en el centro económico y administrativo del señorío.


En el siglo XVIII tuvo colegio de latín y humanidades, cuyo sencillo edificio aún se mantiene en pie en la plaza del Maestro Almeida. En el siglo XIX, se construyó la carretera de Fuencarral a Manzanares, en 1869 tenía correo diario y en 1888 llegó el telégrafo. De la mano de Arturo Soria se logró hacer llegar el primer convoy de Madrid a Colmenar Viejo, pasando por Chamartín, era el 30 de mayo de 1911. En 1891 se inauguró la plaza de toros en la que, el 30 de agosto de 1985, un astado de nombre Burlero, pondría fin a la vida de José Cubero, el Yiyo.


Su desarrollo continuaría con la acometida de aguas y energía eléctrica aunque la regulación del río Manzanares arruinaría los molinos y batanes que tanta importancia tuvieron para la economía colmenareña desde la Baja Edad Media. En 2008 fue seleccionado como depósito de CO2 

Aranjuez (Madrid)

 


Palacio real de Aranjuez


Del palacio destacan la Sala China, el Gabinete de Porcelana y la Sala de los Espejos.

Historia y belleza llenan cada rincón de este Real Sitio, que forma parte del Paisaje Cultural de Aranjuez, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Rodeado por un total de 111,23 hectáreas de jardines visitables y ubicado en una fértil vega en la confluencia del Tajo y del Jarama, el Palacio Real de Aranjuez ha sido la residencia campestre por excelencia de los Reyes españoles.


Fachada norte




Casa del labrador
La Real Casa del Labrador es una de las residencias de la Familia Real Española. Es un palacete neoclásico.
Su construcción comenzó a finales del siglo XVIII, a partir de un diseño inicial del arquitecto Juan de Villanueva, que fue transformándose sucesivamente en los trece años que duraron las obras y reformas. Su aspecto final se debe a Isidro González Velázquez, quien dotó al conjunto de numerosos motivos ornamentales externos.



Jardines de Aranjuez


Casa de Caballeros y Oficios

 Su construcción se inició en el siglo XVI estando las primeras trazas atribuidas a Juan Bautista de Toledo​ y, más tarde, Juan de Herrera,​ Aunque durante el siglo XVII se aminoró el ritmo de las obras, en el XVIII se daría el impulso definitivo,​ tomando hacia la década de 1730 la dirección de las obras el maestro italiano Santiago Bonavía.​ Sin embargo la construcción del conjunto formado por la Casa de Oficios y el Cuarto de Caballeros sería culminada por el maestro francés Jayme Marquet​ hacia 1762​ o 1767,​ bajo el reinado de Carlos III.

La función del edificio era albergar el séquito de la corte y sus ministerios​ y está unida al Palacio Real mediante un brazo porticado.​ De los dos patios que estructuran el edificio el de menor tamaño es el de Oficios, situado al norte del conjunto.

Se le concedió la categoría de «Monumento Nacional» el 3 de junio 1931, siendo publicada la declaración el día 4 de ese mismo mes en la Gaceta de Madrid.​ En la actualidad cuenta con el estatus de Bien de Interés Cultural​ y está incluido dentro del perímetro del Paisaje cultural de Aranjuez,​ declarado Patrimonio de la Humanidad.


Casa consistorial

Iglesia de San Antonio
Se comenzó a construir en 1752 y su autor fue Santiago Bonavía. Carlos III mandó ampliar la capilla, incorporándose una gran pieza cuadrada con cubierta a dos aguas.

Iglesia Alpajés
Iniciada su construcción conforme a las trazas proporcionadas por el arquitecto Cristóbal Rodríguez de Jarama en 1681, fue en 1690 cuando se colocó la inscripción de su fachada que indicaba que se había completado su planta, restando por construir la capilla mayor.​ Posee una planta de cruz latina. Se encontraba ubicada en el antiguo barrio medieval de Alpajés que fue absorbido durante el ensanche de Aranjuez en el siglo XVIII


Ermita del Real Cortijo de San Isidro
La Real Capilla de San Isidro se realizó por orden del Rey Carlos III debido a que el oratorio de la Casa Real no podía acoger a la totalidad de sus empleados y peones que vivían en el Cortijo. De esta manera, los ministros Floridablanca y Grimaldi encargaron el proyecto a Jaime Marquet, pero al morir éste, en el año 1782, se ocupó Manuel Serrano contruyendo la iglesia actual, que fue inaugurada el 15 de mayo de 1788.

La capilla tiene un estilo neoclásico. El pórtico se adorna con cuatro columnas estilo dórico. Luce dos torres de campanarios que albergaron dos campanas de bronce. En su interior, también de estilo clásico y barroco, destaca la imagen de San Isidro Labrador, tallado en madera sin policromar.

Estanque en el jardín del principe
Azuda de la Montaña
Azuda y acueducto de la Montaña es una obra hidráulica que data del siglo XVIII y se sitúa a las afueras de Aranjuez




Río Tajo

Mar de Ontígola

Castillo de Oreja




Escudo partido en dos cuarteles: Primero, en campo de plata la Cruz de Santiago, de gules. Segundo, en campo de gules río de plata y azur, surmontado de palacio de oro. Al timbre, Corona Real de España cerrada: círculo de oro engastado con piedras preciosas que sostienen ocho florones de hojas de acanto, visible cinco, interpoladas de perlas y de otras hojas salen sendas diademas que convergen en un punto de unión, un orbe de azur , con semimeridiano y ecuador en oro y una cruz de oro; la corona forrada de gules. En punta del escudo, una cinta de oro anudada, cargada con la leyenda: "Real Sitio y Villa de Aranjuez".


Las características del espacio físico en el que se encuentra Aranjuez, en la confluencia de dos ríos y como lugar de paso de una importante vía de comunicación, ha propiciado, desde tiempos remotos, la presencia de pobladores de diferentes culturas. Esta ha quedado atestiguada gracias a numerosos hallazgos arqueológicos a lo largo de la historia.​ 

Antes de la romanización del territorio, su entorno se identifica —en concreto el vado del Tajo a la altura de Oreja—63​64​ como escenario de la batalla del Tajo, entre los cartagineses de Aníbal y los carpetanos, acaecida en 220 a.C. y que se saldó con la victoria cartaginesa. Otros enfrentamientos posteriores, ya en el marco de la conquista romana de Hispania, tuvieron como protagonistas a carpetanos, olcades y vetones y, tras la ocupación de Toletum en 193 a.C.,​ toda la zona quedó bajo dominio de Roma.

Durante el periodo romano su entorno fue encrucijada de varias calzadas como las que, desde Toledo y afectando a Algodor y Castillejo, discurrían hacia el noreste a través de Titulcia y Complutum hasta Zaragoza y Tarragona, o hacia el norte, por Pinto, Miaccum, Collado Villalba y Segovia. 

La presencia de los visigodos está atestiguada, principalmente, gracias a la necrópolis de Cacera de las Ranas. Esta fue descubierta en 1986​ e incluía unas 150 sepulturas, cuyo tipo más común era una estructura con lajas de yeso en laterales, fondo y cubierta.​ Abarca una cronología desde el siglo V hasta el siglo VII y serviría a uno o varios asentamientos rurales, entre los muchos que se distribuirían en los valles de los ríos a lo largo de la vía entre Toletum y Complutum.​ El periodo musulmán apenas dejó testimonios​ pero el entorno de Aranjuez sería testigo de los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes. Entre las fortalezas situadas a lo largo del Tajo destacaba el castillo de Oreja.​ A finales del siglo XI, la zona pasó a manos cristianas tras la conquista de Toledo en 1085 por Alfonso VI​ Sin embargo, los almorávides volvieron a recuperar la zona para los musulmanes tras la ocupación de Oreja en 1113.​ Finalmente, en 1139 Alfonso VII recuperó Oreja e inició la repoblación de la zona como forma de consolidar la ocupación.​ Este proceso de repoblación se apoyó, entre otras instituciones, en las órdenes militares. Entre estas, la Orden de Santiago recibió en 1171 la Encomienda de Oreja.

En el siglo XIII se estabilizó la zona del Tajo, toda vez que los enfrentamientos armados se desplazaron hacia el sur, y ello permitió la existencia de núcleos de población estables. En ese contexto se produjo la decadencia militar de Oreja y la prosperidad de Ocaña, sede de la Orden. Esta, en 1202, otorgó al concejo de la villa la mitad del Prado de Ontígola y sus heredades, y en sus dominios pronto se integraría Aranjuez, elegida como residencia de descanso por los maestres.​ Así, entre 1387 y 1409, se promovió la construcción de una casona, en un emplazamiento similar a donde se ubica el palacio real.​ Además de la pesca, el otro entretenimiento de la época era la caza, siendo Aranjuez un lugar ya habitual como marco de las cacerías reales.​

Mediante bula papal, Inocencio VIII concedió a Fernando el Católico la administración de las distintas órdenes militares cuando fallecieran sus respectivos maestres; posteriormente, otra bula de Alejandro VI extendió tal concesión a la reina Isabel. Eso significó incorporar las tierras de Aranjuez a la Corona, ya que el primero que desapareció fue Alonso de Cárdenas, maestre de Santiago, en 1489.​ Con el objetivo de convertir el lugar en residencia real, se amplió y reformó la casona y se configuró el entonces llamado Jardín de la Reina o Isla de la Reina —posteriormente jardín de la Isla—.​ El caserío era muy escaso; apenas unas casas en el Raso de la Estrella y en el futuro Parterre, la iglesia de Nuestra Señora de la Estrella —que se derribó en el siglo XVIII y la casa del administrador Gonzalo Chacón.​

Bajo el reinado de Carlos I el territorio de Aranjuez creció a expensas del desmembramiento de las anteriores encomiendas santiaguistas y de la incorporación de tierras de particulares, pueblos vecinos y otras órdenes militares, además de varios intercambios de terrenos.​ ​ Esta política de adiciones continuó bajo Felipe II, con quien el Real Sitio alcanzó sus límites más extensos, y así tuvieron lugar distintos incrementos territoriales entre 1569 y 1587.

Felipe II empezó a concebir un palacio independiente de la casa maestral y dictó una orden mediante la cual prohibía construir casas particulares en Aranjuez.​ Los arquitectos Luis de Vega y Gaspar de Vega realizaron los primeros planos para el desarrollo del Sitio, en el que los cauces naturales y artificiales, los puentes, el viario y la residencia real consituirían los principales elementos que articularían el territorio.​ A partir de 1560, Juan Bautista de Toledo se convirtió en arquitecto mayor y recibió el encargo de realizar los planos del nuevo palacio;​ además, continuó el trazado de calles arboladas, labor que se había iniciado entre 1554 y 1559,​ y comenzó el trazado del jardín de la Isla; toda esta tarea continuó bajo su sucesor, Juan de Herrera.

Con el cambio de siglo, la Corona pasó a manos de los Borbones tras la resolución de la guerra de sucesión, en la cual Aranjuez estuvo del lado borbónico.​ El nuevo monarca, Felipe V, reanudó las obras del palacio y procedió a demoler la antigua casa maestral, hecho que ocurrió en 1727.​ En 1739, Santiago Bonavía comenzó a asumir responsabilidades como maestro mayor y desde entonces estuvo al cargo de la reforma y redefinición del Sitio.​ Con la llegada de Fernando VI y Bárbara de Braganza, Aranjuez recuperó el esplendor de antaño; era su residencia predilecta y la convirtieron en escenario de deslumbrantes fiestas y celebraciones.​ Hacia 1748 los monarcas comenzaron a plantear la derogación de las restricciones anteriores y fundar una ciudad ex novo que permitiese el acomodamiento de nobles, embajadores, funcionarios, criados y proveedores durante su estancia.

A raíz del Tratado de Fontainebleau y del complot de El Escorial, ambos del 27 de octubre de 1807, aumentó el descontendo popular hacia Manuel Godoy.​ Este trató de convencer a los reyes para huir hacia Andalucía y, si fuera necesario, embarcar para América. Sin embargo, ante esa posibilidad, la población de Aranjuez y de otras localidades cercanas se amotinó la noche del 17 al 18 de marzo de 1808 y tomó el palacio de Godoy, con intención de atraparle.​ Este, escondido, no se entregó hasta la mañana del día 19, y esa misma tarde Carlos IV abdicó en favor de su hijo Fernando VII,​ sucesos que verían su desenlace, más tarde, en las abdicaciones de Bayona. El 25 de octubre, en el palacio real, se constituyó la Junta Suprema Central, pero ante el avance de los franceses abandonó el Sitio en dirección a Andalucía. Los invasores asaltaron Aranjuez por la fuerza y lo saquearon. Napoleón permitió elegir por primera vez un Ayuntamiento, cuyo primer alcalde fue Domingo Gaspar Pérez.​

El 7 de noviembre de 1812 los franceses abandonaron el Sitio.​ Pasada la contienda, el nuevo monarca reinstauró el orden preconstitucional y en los años siguientes la población se recuperó progresivamente y vio cómo se reparaban los daños producidos durante la guerra. En diciembre de 1833 se publicó la división provincial de España e, inicialmente, Aranjuez formó parte de la provincia de Toledo, hasta que en 1838 fue segregada de esta y pasó a la de Madrid.​ En 1834, para conmemorar la firma de la Cuádruple Alianza, se realizó el jardín de Isabel II. El 9 de septiembre de 1836 se constituyó, definitivamente, el Ayuntamiento de Aranjuez. Tras su llegada al trono, Isabel II fue asidua del Real Sitio, y bajo su gobierno, el 9 de febrero de 1851 tuvo lugar la inauguración de la línea de ferrocarril entre Madrid y Aranjuez.​

Bajo Alfonso XIII, en 1917 se inauguró el Real Hipódromo de Legamarejo, y durante los años siguientes fue habitual la celebración de distintas competiciones hípicas. En los años 1930 se instalaron los estudios cinematográficos de ECESA (Estudios Cinema Español S.A.); el proyecto buscaba convertir Aranjuez «en el Hollywood de los países de lengua española».​ Durante la guerra civil, el Jarama fue escenario de una batalla decisiva, en febrero de 1937, ya que retrasó la toma de la capital; como testigos de aquellos momentos perduran varios búnkeres en el término municipal, por ejemplo en Valdelascasas y en la Montaña.​ Aunque la población no sufrió tantos daños como otras cercanas, se tuvieron que llevar a cabo una serie de obras de reconstrucción aunque, debido a la importante presencia de Patrimonio Nacional, no se vio beneficiada de las ayudas de Regiones Devastadas.